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Estuvo increíble. Pasamos algunos momentos difíciles con las patrullas de Vordarian,
pero nunca se rindió. Y vosotros... ¡lo habéis logrado! Me crucé con Vaagen en el pasillo,
y llevaba la réplica... ¡habéis rescatado al hijo de mi señor!
Droushnakovi dejó caer los hombros.
Pero perdimos a la princesa Kareen.
Oh. Él le tocó los labios . No me cuentes nada... Lord Vorkosigan me ordenó que
os llevase a verlo en cuanto llegarais. Le informaréis de todo antes que a nadie.
Ahuyentó a los hombres de Seguridad Imperial como a moscas, algo que Cordelia estaba
deseando desde hacía rato.
Bothari tuvo que ayudarla a levantarse. Ella recogió la bolsa de plástico amarillo. Con
ironía observó que llevaba el nombre y el logotipo de una de las tiendas de ropa femenina
más exclusivas.
Kareen te acompañará hasta el final, maldito.
¿Qué es eso? preguntó Kou.
Sí, teniente intervino con ansiedad un hombre de Seguridad Imperial . Por favor...
ella se ha negado terminantemente a permitirnos examinarla. Según los reglamentos, no
podemos permitir que la introduzca en la base.
Cordelia abrió la bolsa y la extendió hacia Kou. Él examinó el interior.
Mierda. Al verlo saltar hacia atrás, el hombre se dispuso a avanzar pero Koudelka
lo detuvo . Ya... ya veo. Tragó saliva . Sí, sin duda el almirante Vorkosigan querrá
ver eso.
Teniente, ¿qué debo poner en el registro? Cordelia decidió que a estas alturas el
hombre de Seguridad Imperial ya gemía . Tengo que anotarla si va a entrar.
Déjelo que cuide su trasero, Kou suspiró Cordelia.
Kou volvió a mirar el interior, y sus labios se curvaron en una sonrisa irónica.
Está bien. Regístrelo como un obsequio para el almirante Vorkosigan. De parte de su
esposa.
Ah, Kou. Drou le entregó la espada . Logré rescatar esto, pero me temo que
hemos perdido la funda.
Kou la cogió, se volvió hacia la bolsa, relacionó los dos objetos y sujetó la espada con
más respeto.
Eh... está bien... gracias.
Yo la llevaré a Sigling y haré que le confeccionen una funda igual le prometió
Cordelia.
El hombre de Seguridad Imperial cedió el paso al secretario personal del almirante
Vorkosigan. Kou condujo a Cordelia, a Bothari y a Drou al interior de la base. Cordelia
volvió a cerrar la bolsa y dejó que se balanceara en su mano.
Descenderemos al nivel del Estado Mayor. El almirante ha estado en una reunión a
puerta cerrada desde hace una hora. Anoche llegaron dos oficiales superiores de
Vordarian. Están negociando para traicionarlo. El plan para rescatar a los rehenes
depende de su cooperación.
¿Ya están al corriente de esto? Cordelia alzó la bolsa.
No lo creo, señora. Usted acaba de cambiarlo todo. Su sonrisa se tornó cruel, y
sus pasos se hicieron más rápidos.
Supongo que todavía será necesario realizar esa incursión suspiró Cordelia . Los
hombres de Vordarian siguen siendo peligrosos, incluso en medio del caos. Tal vez se
vuelvan más peligrosos aún, en su desesperación. Pensó en aquel hotel en el centro de
Vorbarr Sultana, donde se encontraba la pequeña Elena de Bothari. Rehenes de menor
importancia. ¿Podría persuadir a Aral para que asignase algunos recursos más a la
empresa de rescatarlos? Por desgracia, ella no había logrado dejar fuera de combate a
todos los soldados. Y lo intenté. Dios sabe que lo intenté.
Descendieron y siguieron descendiendo hacia el centro neurálgico de la base Tanery.
Llegaron a la sala de conferencias de extrema seguridad; una patrulla fuertemente
armada montaba guardia en el pasillo. Koudelka pasó por delante de ellos. Las puertas se
deslizaron y volvieron a cerrarse a sus espaldas.
Cordelia observó el cuadro. Los hombres que rodeaban la pulida mesa interrumpieron
su conversación para mirarla. Aral se hallaba en el centro, por supuesto.
Illyan y el conde Piotr lo flanqueaban. El primer ministro Vortala estaba allí, y Kanzian, y
algunos otros oficiales superiores con uniformes verdes de etiqueta. Los dos dobles
traidores estaban frente a ellos, con sus ayudantes. Demasiados testigos. Ella quería
estar a solas con Aral, librarse de todos ellos. Pronto.
Los ojos de Aral se clavaron en los de ella en una silenciosa agonía. Sus labios se
curvaron en una sonrisa completamente irónica. Eso fue todo; y sin embargo Cordelia
volvió a sentir el calor de la confianza... estuvo segura de él. Ningún reproche. Todo
marcharía bien. Estaban juntos otra vez, y ni un torrente de palabras y abrazos hubiese
podido comunicárselo mejor. De todos modos, esos ojos grises le prometieron que los
abrazos llegarían más adelante. Sus propios labios sonrieron por primera vez en...
¿cuánto tiempo?
El conde Piotr apoyó las manos en la mesa.
Bien. Por Dios, mujer, ¿dónde has estado? exclamó furioso.
Cordelia se sintió invadida por una demencia morbosa. Lo miró con una sonrisa feroz y
alzó la bolsa.
De compras.
Por un momento, el anciano estuvo a punto de creerle; por su rostro pasaron varias
expresiones encontradas: sorpresa, escepticismo, y luego ira al comprender que se
estaba burlando de él.
¿Quiere ver lo que he comprado? continuó Cordelia, todavía flotando. Abrió la
bolsa violentamente e hizo rodar la cabeza de Vordarian sobre la mesa. Por suerte, hacía
unas horas que había dejado de sangrar. El rostro se detuvo justo delante de él, con un
rictus en los labios y los ojos abiertos de par en par.
Piotr abrió la boca. Kanzian saltó; los oficiales profirieron maldiciones y uno de los
traidores se cayó de la silla al retroceder. Vortala frunció los labios y alzó las cejas.
Koudelka, orgulloso de su papel en la preparación de aquel momento histórico, apoyó la
espada sobre la mesa como segunda evidencia.
Aral estuvo perfecto. Sus ojos sólo se abrieron de par en par unos momentos, pero
entonces apoyó el mentón sobre las manos y miró por encima del hombro de su padre
con frialdad e interés.
Sí, es natural susurró . Todas las damas Vor van de compras a la capital.
Me ha costado muy cara le confesó Cordelia.
Eso también es normal. Una sonrisa irónica curvó sus labios.
Kareen ha muerto. Fue herida en la refriega. No pude salvarla.
Él abrió las manos, como dejando que el incipiente humor negro escapase por sus
dedos.
Comprendo. Volvió a alzar los ojos hacia los de ella, como preguntándole: ¿Te
encuentras bien?, y aparentemente halló la respuesta: No.
Caballeros. Les ruego que me disculpen unos momentos. Deseo estar a solas con mi
esposa.
Mientras los hombres comenzaban a levantarse, Cordelia alcanzó a oír un murmullo.
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