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Claro sonrió . Le trajeron aquí inconsciente, desde una casa incendiada, la de
Moxon. Nadie sabe por qué estaba usted allí. También sigue en misterio el origen del
incendio. Mi opinión personal es que la casa fue alcanzada por un rayo.
¿Y Moxon?
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Ayer lo enterraron. Bueno, lo que quedaba de él.
Por lo visto, aquel hombre tan silencioso en algunas ocasiones, sabía ser amable y
comunicativo en otras. Transcurridos unos segundos, formulé otra pregunta.
¿Quién me salvó?
Pues si tanto le interesa saberlo..., yo.
Gracias, amigo Haley y que Dios le bendiga. ¿Salvó también usted a aquel
fascinante producto de su habilidad, el jugador de ajedrez autómata que asesinó a su
creador?
El obrero permaneció largo rato en silencio, sin mirarme. Finalmente, volvióse hacia
mí y preguntó:
¿Está usted enterado de esto?
Desde luego. Yo vi cómo estrangulaba a Moxon.
Todo esto sucedió muchos años atrás. Si hoy me lo preguntasen, mi respuesta
sería mucho menos categórica.
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