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Charlie se detuvo abruptamente y apretó los dedos firmemente sobre el brazo de Casa
Inteligente.
¡Dios mío! ¡Eso es!
Sorprendida, ella se dio la vuelta y lo encontró mirando fijamente las olas que rompían
sobre las rocas negras. El volvió en sí.
Basta de caminar. Caminar o correr es malo para las articulaciones y las rodillas.
Vamos.
Regresaron a paso vivo; de vez en cuando, Charlie murmuraba algo, y en los intervalos
tarareaba casi inaudiblemente. En casa tenían una norma, nunca establecida
explícitamente, por la que cualquiera podía tararear sin que le interrumpieran. A veces,
cuando no estaba totalmente claro si se trataba de un canturreo o simplemente de una
conversación demasiado baja para captarla, se podía preguntar «¿estás canturreando?».
Constance reconoció que así sucedía ahora; y no lo interrumpió.
Encontraron a Beth en la galería de ladrillo rojo.
Hola le saludó Constance . ¿No hay partida de bridge?
De todos modos a Maddie no le importaba, y hoy no creo que pueda concentrarme
en las cartas respondió Beth arrastrando los pies . Están buscando de nuevo. Ahora
no podemos ni ir a nuestras habitaciones. ¿Qué es lo que hacen?
Antes de que Constance pudiera responder, Charlie le apretó el brazo y se apartó.
Voy a ver si puedo averiguarlo dijo . Adiós, señoras.
Desde luego que ahora será difícil concentrarse dijo Constance . Le contaré una
historia. Erase una vez una bella princesa cuyos padres murieron de pronto y la dejaron
huérfana dijo, ignorando la mirada de incredulidad de Beth y sonriendo . Lo siento,
pero así es como empiezan siempre esas historias: luego van al asunto sin el menor
titubeo. Entonces llegó el hada madrina de la princesa y le dijo: «Debes irte a vivir con tu
tío mayor hasta que crezcas». Y entonces la joven se fue a vivir con su tío.
Mientras contaba la historia Constance pretendía no darse cuenta de la incredulidad de
Beth, casi de su alarma, como si ésta estuviera convencida de encontrarse en compañía
de una loca.
Desde el primer día el tío pegó a la niña tanto si hacía mucho ruido como si estaba
demasiado callada. Si lloraba por sus padres o no lo hacía. Si comía mucho o muy poco.
Poco a poco, se dio cuenta de lo que él esperaba y lo hacía siempre antes de que pudiera
pegarle. Cuando su hada madrina vino a ver cómo estaba, encontró a la niña acobardada
en una esquina, observando a su tío, tratando de anticipar cualquier cosa que pudiera
desatar su cólera. El hada madrina sacó a la niña de esa casa y la llevó a la del segundo
tío. «Te quedarás aquí hasta que crezcas», le dijo igual que antes, y se fue.
«Este tío estaba casado con una mujer que nada más ver a la niña le dijo: "Ay, eres tan
joven y fuerte, y yo tan vieja y tan débil, que moriré muy pronto". Cuando la niña se rió, su
tía le dijo: "Ay, tú eres feliz y alegre, y yo estoy preocupada y triste y pronto debo morir".
Cuando la niña corría, le decía: "Ay, estás tan llena de vida, y yo cansada y dolorida, y
pronto debo morir". Esta vez, cuando volvió el hada madrina, encontró a la niña con los
cabellos atados en un fuerte nudo, y llevando una bata voluminosa que ocultaba sus
jóvenes piernas, caminando en posición encorvada, frotándose los ojos a menudo para
que estuvieran rojos y lacrimosos. Evidentemente, la sacó de allí enseguida.»
Beth empezó a pasear por toda la galería con Constance, escuchando esa tonta
historia, sin el menor deseo de ocultarse en la casa.
En la casa siguiente, su tía lloraba amargamente cuando la princesita se equivocaba.
«Cómo me hieres a mí, que te amo con un amor tan absoluto». Y en la siguiente, a su tío
le resultaba tan agradable, que no podía soportar el apartarse de ella ni un sólo minuto, y
cuando ella andaba él lo hacía también, y entonces el rostro se le enrojecía, el corazón se
le paraba y tenía unas respiraciones largas y sofocantes, pero nunca se quejaba. Y
cuando ella comía un dulce, él también lo comía y entonces sufría espasmos en el pecho
y el estómago, pero nunca se quejaba.
En la casa siguiente, su tía le prometía todos los días que si se portaba bien al día
siguiente podría tener esto o aquello, y el mañana estaba tan lejos como el sol en un día
gris de invierno.
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